Modelos de Integración Europeo

A inicios de los años cincuenta se produjeron importantes flujos migratorios que han condicionado enormemente la historia más reciente del continente europeo. Francia, Inglaterra y Alemania son los países que, en términos absolutos, más inmigrantes recibieron y que, por tanto, antes tuvieron que desarrollar medidas y políticas de integración de los jóvenes inmigrantes algo de lo cual, hoy, el resto de países y regiones con menos tradición inmigradora pueden interiorizar y articular de cara la integración de sus jóvenes inmigrantes, casos de España y Castilla y León.

Gordaliza define tres modelos de integración de la inmigración dentro del continente europeo:

a.- Modelo francés: asimilacionismo

El ideal republicano de igualdad, fruto de la Revolución Francesa, no fue plenamente asumido por la ciudadanía hasta bien entrado el siglo XIX. De él se deriva la separación entre el espacio público y privado y es a este último al que quedan relegadas las diferencias, ya sean lingüísticas, religiosas o regionales. He aquí el origen del centralismo de la gloriosa Francia, no exento de unas ciertas dosis de chovinismo. La asunción del ideal republicano unificador es pieza clave de la integración de los inmigrantes, que pasa por relegar a la intimidad el sentimiento de pertenencia a otra cultura. En el ámbito público la diferencia sólo puede aparecer en su dimensión folclórica, el extranjero ha de abandonar sus raíces y asumir las costumbres francesas, aunque, como contrapartida, al inmigrante se le ofrece la posibilidad de ser igual al resto de los franceses, práctica que no suele acontecer de semejante manera.

b.- Modelo inglés: pluralismo

Surge como un intento de superar las fracturas de clase producidas por la revolución industrial, de forma que se intenta remediar el desarraigo social dando a los colectivos excluidos un lugar institucional. Esta misma línea se aplica al desarrollo del proceso colonial e imperialista, la Commonwealth, que reúne a los pueblos dominados por el Reino Unido, desarrollándose una estructura diversificada que contempla la posibilidad de estilos administrativos locales. Los modos de integración no aspiran a la uniformidad, todo lo contrario, incorporan las diferencias, que ya no quedan limitadas a la esfera de lo privado. La convivencia cívica no se reduce a la tolerancia y contempla la existencia de apoyos públicos y reconocimiento político de las minorías. La integración del inmigrante pasa por la pertenencia a su grupo y por la integración de ésta con el resto de minorías y con la mayoría. No se aspira a la igualdad, pero supuestamente estos colectivos, organizados y asociados, pueden defender públicamente sus derechos.

c.- Modelo alemán: humanitarismo

La identidad alemana se consolida en el siglo XIX, un país tradicionalmente cerrado en sí mismo y, a diferencia del resto, su ciudadanía se rige por la ascendencia familiar y no por el nacer en un determinado territorio. La expansión económica de los años sesenta implica una fuerte demanda de mano de obra extranjera, pero estos trabajadores alcanzarán muy excepcionalmente la ciudadanía legal y su estancia siempre será considerada desde el prisma de la provisionalidad, aunque se reconozca el deber cívico y legal de tratarlos dignamente. Depurado de sus connotaciones de extranjería de sangre, se trata de un modelo muy extendido desde el momento en que Europa, por razones demográficas, se confronta a la necesidad de fuerza de trabajo. El codesarrollo propugnado por Sami Naïr es asumido tanto por entornos progresistas como conservadores y desde esta perspectiva se habla de políticas facilitadoras del retorno para evitar la fuga de cerebros, los traumas del abandono de la propia cultura, etc.

Dentro del Plan Estratégico de Ciudadanía e Integración (2007-2010) se concibe, a esta última, como un proceso bidireccional, de adaptación mutua que busca la consecución de una sociedad inclusiva que garantice la plena participación económica, social, cultural y política de los inmigrantes en condiciones de igualdad de trato y de oportunidades. En este proceso bilateral corresponde a las instituciones de la sociedad receptora garantizar la equiparación de los derechos y de los deberes de la población autóctona y foránea. Pero, a su vez, precisa que los autóctonos acepten a los inmigrantes como ciudadanos en igualdad de derechos, a la vez que los inmigrantes busquen su integración y respeten las normas legales y sociales que marcan la convivencia en el país donde pasan a residir. La integración es un proceso complejo que requiere del esfuerzo de ambas partes y mientras los propósitos no vengan por igual de uno y otro lado, no se logrará este, en parte, utópico objetivo.

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