La Crisis del 73 ¿os suena algo?

La Crisis del Petróleo de 1973 y la fuerte inflación que trajo consigo, supuso un frenazo de la producción y el crecimiento económico en Europa, ocasionándose un parón en la demanda de mano de obra y restricciones mucho mayores a la inmigración en los países de destino. Ante esta situación se producen dos fenómenos paralelos. Por un lado, algunos inmigrantes tenderán al reagrupamiento familiar y al proceso de sedentarización, mientras que otros retornarán a sus países de origen. Esto obligó a los países receptores a desarrollar modelos de integración en base a sus propias políticas migratorias. Hasta este momento la capacidad integradora de estos países fue mínima pues su demanda era de trabajadores y no de personas. En contra de lo que se pueda pensar y de la percepción mayoritaria que se tiene de este fenómeno, los emigrantes que llegaron a los países al centro y norte de Europa, en mayor o menor medida, tuvieron que enfrentarse a problemas y circunstancias nada desconocidas hoy: carencias lingüísticas, discriminación, malas condiciones de trabajo, dificultades en el acceso a la vivienda,... El fenómeno migratorio no dejaba de ser nuevo para los países receptores de modo que su necesidad por suplir las demandas de mano de obra y su afán de crecimiento, les cegó ante las adversidades y dificultades con las que los inmigrantes convivían en su día a día. Esto, unido a la falta de una cultura democrática y organizativa por parte de los inmigrantes en sus países de origen, no favoreció, durante los primeros años, el desarrollo de políticas de integración. Tuvo que ser la crisis la que quitara la venda, a unos y otros, ante el surgimiento de sentimientos discriminatorios y xenófobos aletargados hasta este momento y que, fruto de las dificultades económicas, comenzaron su despertar.

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