Crisis e Inmigración

Además de los efectos que la inmigración tiene sobre el mercado de trabajo y, por consiguiente, sobre la economía de Castilla y León, también, repercute sobre otras áreas del territorio, principalmente sobre la demográfica. Las particularidades de la población extranjera que llega a las regiones de origen, por ser, mayoritariamente joven, modifica las estructuras demográficas, produciendo efectos, más o menos, significativos, en función, de las propias características del capital humano del territorio en cuestión.

El primer elemento sobre el que ha incidido el incremento de la población extranjera en Castilla y León es sobre el cambio de dirección en su balance demográfico. Desde 1950 la tendencia demográfica es a la baja, siendo el decrecimiento la tónica general en el territorio castellano y leonés. Sólo a partir de 2001 se produce un cambio en esta dinámica, registrándose, en la última década, un incremento población de 84.096 personas. Dicha situación no es fruto de un balance natural positivo (diferencia entre nacimientos y defunciones), porque las defunciones superan a los nacimientos. La principal causa de esto estriba en un balance migratorio positivo que, desde 2001, rompió con la tendencia negativa instaurada en la región. Dicha circunstancia no es debida a las migraciones interiores, aquellas que se producen entre Comunidades Autónomas, las cuales siguen siendo negativas, sino a las exteriores que , en la última década, registran niveles positivos considerables, año a año, aunque en 2008 ya se puede observar una cierta caída de la inmigración, frente a la emigración, lo cual tiene consecuencias palpables en la actualidad. Aunque se trata de datos no definitivos, en 2010 se ha experimentado un decrecimiento demográfico en Castilla y León, un total de 7.806 efectivos menos, lo que supone un retroceso del 0,30%, rompiéndose claramente con la dinámica de la última década. Vemos pues, como la presencia de inmigrantes ha ayudado a frenar la despoblación en Castilla y León, aunque la nueva situación económica nos devuelve a la realidad de la última mitad del pasado siglo.

Por otro lado, los elevados volúmenes de jóvenes de inmigrantes, también ha traído aparejado cambios en otros indicadores demográficos de la región. El decrecimiento progresivo de la natalidad en las últimas décadas sólo se ha visto roto en la última cuando el balance interanual ha pasado a ser positivo. Dicha circunstancia se ha debido a un incremento de la población inmigrante joven y, por consiguiente, en plena edad de procrear. Dicho cambio de tendencia se produce en 2001, coincidiendo con la irrupción del proceso inmigratorio en Castilla y León.

Como ya hemos señalado, el incremento de la natalidad es debido a que la mayor parte de los inmigrantes que se afincan en nuestra región son jóvenes, lo cual coincide con la edad de procrear y crear familia. Además, tampoco, hemos de perder de vista que ellos proceden de países con un menor nivel de desarrollo y, por consiguiente, con una débil instauración de las cánones sociales de control de la natalidad y de planificación familiar, de modo que tienen más hijos que los autóctonos y a edades más tempranas. De este modo, se contribuye de dos formas a rejuvenecer la estructura demográfica regional, por un lado, aumentando la población joven mediante el fenómeno inmigratorio y, por otro, aumentando la natalidad. Pero, de nuevo, la actual crisis sistémica que estamos viviendo, también ha roto la tendencia al alza de los nacimientos y, aún siendo datos oficiosos, éstos se redujeron en 2009, respecto al año anterior, en un 4,28%, circunstancia que acrecienta sobre los temores sobre el fantasma de la despoblación en Castilla y León.

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